Suelo radiante

Suelo radiante

Aunque parezca uno de los sistemas de calefacción más modernos, lo cierto es que el suelo radiante tiene su origen en la época romana, donde se colocaba un “falso suelo” por el que se hacía circular el calor generado por la combustión de la leña. Ya más cerca de nuestros días, este sistema fue popularizado en las áreas rurales de nuestro país como “la gloria”. Esta denominación se debe al alto confort que se alcanza en los espacios calefactados a través del suelo: el reparto de calor es más homogéneo, evitando corrientes de aire y zonas frías.

La homogenización permite que el sistema sea más eficiente, y esto se nota en la factura con un ahorro de hasta el 20%. Además, la fuente de calor puede ser diversa: bombas de calor, calderas, e incluso energías renovables.

 

Pero, ¿cómo funciona el suelo radiante? El sistema es muy sencillo: una serie de tuberías forma un circuito por debajo del pavimento. El agua de su interior alcanza una temperatura de hasta 29ºC, temperatura algo menor que la de un radiador convencional ya que, al no haber pérdidas energéticas, no hace falta alcanzar los 35ºC de un radiador. De igual manera, estas tuberías (u otro circuito complementario) pueden utilizarse para refrescar haciendo circular agua a bajas temperaturas (unos 19ºC serán suficientes para mantener la casa fresca en verano).

 

Cabe destacar que el uso del entresuelo permite la no colocación de radiadores o de otras fuentes de calor en las estancias, lo que favorece los espacios limpios y libres de obstáculos. Se evitan también posibles riesgos de quemaduras de niños o mascotas como ocurre con otros sistemas de calor.

 

La instalación del suelo radiante consta de: colocación de una lámina antivapor por encima del subsuelo, colocación de placa aislante moldeada, instalación de tuberías de polietileno que conducirán el agua a diferentes temperaturas, instalación del cuadro de distribución y colocación y nivelación de plastones con aditivos específicos, por encima de los cuales se puede colocar cualquier tipo de pavimento (cerámico, parquet…). También podría colocarse un termostato o un sistema inteligente. Esto haría que la temperatura pueda estar algo más baja al no haber puntos calientes ni pérdidas o despilfarros de energía.

A pesar de lo que pueda parecer, el suelo radiante apenas necesita mantenimiento. La inversión inicial que hagamos en su primera instalación, será la única tras muchos años de funcionamiento de este tipo de sistemas.

LÁMINA ANTIVAPOR, PLACA AISLANTE MOLDEADA, TUBERÍAS DE AGUA Y CUADRO DE DISTRIBUCIÓN

 

Resumiendo: a pesar de ser un sistema tradicional de calor, las nuevas tecnologías y materiales hacen del suelo radiante la opción más eficiente y estética de los sistemas de calefacción; una misma instalación puede utilizarse de calefacción y de refrigeración; ahorrarás en la factura hasta un 20% de tu gasto actual; la sensación de confort es total al repartirse la temperatura uniformemente; el mantenimiento es mínimo; la fuente de calor puede ser cualquiera, incluidas las energías renovables.

¿Quieres conocer algo más o saber por cuánto te saldría una instalación de este tipo? Escribe a izal@izal.es y pide presupuesto son compromiso.

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